martes, 10 de mayo de 2016

El coltán: los metales de sangre

Y yo... ¿qué puedo hacer?

Muchos de los productos que empleamos en la vida cotidiana, tales como teléfonos móviles, ordenadores, joyería, baterías de coche o bombillas requieren minerales para su fabricación. Minerales cuya extracción y comercialización está, en demasiadas ocasiones, vinculada a la financiación de conflictos armados, la violación de derechos humanos, el crimen organizado y la destrucción medioambiental.” El País Opinión 10 mayo 2016


Desde que hace unos meses vi una entrevista a Guillermo Otano en A punto con La 2, tenía en mente escribir sobre este mineral de sangre. De hecho me puse en marcha y leí varios artículos. 
Guillermo Otano en A punto con La 2
Guillermo Otano de ALBOAN en A punto con La 2

En El País de hoy (10/05/2016) he encontrado un artículo firmado por Guillermo y por  Marta Mendiola, como representantes de ALBOAN y Amnistía Internacional respectivamente y me han hecho retomar la historia, por interesante y acuciante.

La República Democrática del Congo soporta la maldición de una riqueza, la riqueza del coltán, el mineral maldito del que dependen nuestros teléfonos super inteligentes y nuestros ordenadores portátiles.
El coltán lleva a trabajos forzados en las minas a niños y mayores, ha provocado conflictos bélicos, millones de muertes, el éxodo de tribus abandonadas a su suerte, enfermedades y malnutrición en los niños y hasta la pérdida de una importante población de gorilas.

Las Naciones Unidas aprobaron en su día unas normas “éticas” para el comercio de estos minerales, pero que son de cumplimiento voluntario. Así que, ¡papel mojado!

Y ¿qué podemos hacer? Poca cosa, la verdad. Son muy poderosas las manos que andan detrás de todo esto, pero también podemos ser poderosos los ciudadanos denunciando y difundiendo. Por ejemplo, la ONG ALBOAN, con su campaña Tecnología libre de conflicto propone varias acciones a las que podemos sumarnos, como la recogida de firmas para llevar ante los representantes políticos la petición de una “directiva europea que evite que el comercio internacional de minerales alimente conflictos armados”. O la posibilidad de utilizar una serie de materiales didácticos para centros escolares que ayuden a difundir la situación y a mentalizarnos de su gravedad.





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