Vinieron las lluvias
Louis Bromfield, 1937
677 páginas
Empezó no gustándome este libro. Reconozco que la primera parte me resultó un poco aburrida. Puede que no esté acostumbrada a esa profusión de detalles en una novela. Porque la primera parte, de cuatro, es muy larga. Es muy larga porque hace una descripción minuciosa del escenario y de los personajes.
El escenario de “Vinieron las lluvias” es la India de los años treinta, la última década de la dominación británica. Describe la ciudad de Ranchipur como brillante, misteriosa y exótica. En la actualidad no nos llama tanto la atención pero los detalles exóticos del país, muy visuales y casi cinematográficos, harían las delicias del lector del momento.
Me di cuenta más tarde, pero lo tedioso de las descripciones de los personajes, sus debilidades, parece hecho a posta, porque es la mejor manera de describir la situación de partida: los personajes padeciendo el insufrible calor y esperando a que lleguen las lluvias que supuestamente van traer alivio a todos. Las aguas traerían la vida a las plantas que crecerían como por arte de magia y muchos de los habitantes que se lo podían permitir se marcharían a pasar la estación de lluvias a lugar seguro. “El clima vuelve a los hombres en seres neuróticos e inestables” dice el Mayor Safki.
Y es interesante tener toda esa información de los personajes y del escenario para comprender lo que pasa después. Y es que el tema central del libro es cómo los personajes reaccionan ante el terremoto y cómo gestionan los desastres que acarrea. Algunos, presa del pánico, recurren al alcohol o simplemente se derrumban. Otros aceptan como corderillos lo que está pasando. Y lo mejor, en mi opinión, hay otros personajes que sacan una fuerza increíble y dan un vuelco a sus vidas vacías y nos sorprenden con su sincero arrepentimiento. En definitiva, vemos como son los personajes cuando el terremoto les quita la careta.
Podemos encasillar a “Vinieron las lluvias” en la llamada literatura de desastres, en literatura de entretenimiento, pero no sería justo. Tiene su toque político y social. Por ejemplo, encuentro en la novela gran cantidad de ideas políticas con respecto a la relación Oriente-Occidente. Critica la decadencia de Europa:
“Le parecía que ya no venían de Occidente hombres como John Lawrence. Ahora eran todos como Heston, voraces, implacables y malos, o como Ransome, extraviados, estériles y hastiados. Sabía él que Ransome era un hombre enfermo y que la enfermedad que padecía era la misma que corroía a Europa. Heston era un hombre perverso que padecía otra clase de enfermedad, la misma que corroía a Europa. Heston era un hombre perverso que padecía otra clase de enfermedad, pero que era igualmente propia de Occidente.” (cap. 34)
y denuncia como los hijos de la maharani se han echado a perder en Europa. Sin embargo, se acepta la tecnología y los avances médicos que de allí vienen.
Por otro lado, también critica a los lugareños, las tensiones que hay entre los distintos grupos, su indolencia… pero aprecio en el autor un cariño especial por ese país, mostrando al Mayor Safki como representante de la nueva India.
Y la corrupción está también presente con los chanchullos en la construcción de la presa que provoca todo el desastre. Y el papel de las misiones cristianas en la India, o la idea de fuga que está presente a lo largo de la historia con personajes que huyen o quieren huir….
En fin, hay muchos temas interesantes en la novela y la he leído con interés. Aunque largo, es de fácil lectura, lleno de simbolismos (el fuego purificador, las abejas, el coñac…) y con personajes creíbles. De entre ellos, me quedo con la anciana tía Phoebe que es todo un modelo a seguir:
“Ransome sabía lo que la anciana había querido decir. Le impresionó el hecho de que en el cuerpo enjuto y gastado por el trabajo de la anciana quedase todavía tanta capacidad para el asombro y para los sentimientos románticos, y comprendió de pronto que en aquello radicaba parte de su fuerza, una de las razones por las que tía Phoebe no se había hecho nunca vieja, una de las causas de su eterna juventud.” Parte 4, cap. 22