domingo, 11 de septiembre de 2022

La Mano


Ahora no consigo recordar dónde lo había sabido, pero tenía esa mano anotada en la lista de lugares a visitar en Estocolmo: La mano, así en español. Así que el primer día, después del paseo de reconocimiento general de la ciudad, nos pusimos a buscarla.



La mano



Como en Estocolmo todo va de islas y de puentes, allá que recorrimos la Gamla Stand (la Ciudad Vieja) donde está la Stortorget, esa plaza tan bonita que vemos en las guías, en las postales y en los magnetos del frigorífico —yo me traje el mío, claro—. Andan también por allí el Palacio Real y el Museo Nobel. En fin, ya habíamos paseado todas sus calles, atestadas de gente, y nos dirigimos a otra de las islas, al barrio de Södermalm, donde estaba La Mano.


Stortorget


¿Y qué tiene de especial esta escultura de granito de cuatro metros de altura?


Es el homenaje a los suecos que participaron en las Brigadas Internacionales para defender la República Española durante la Guerra Civil. Una tercera parte, de mas de 500, murieron en suelo español. Fue una iniciativa de la Asociación de Voluntarios Suecos de España en 1977 y está colocada en la Katarinavägen, en un lateral del barrio de Södermalm, antiguo barrio de trabajadores convertido ahora en barrio bohemio de diseñadores y artistas. 


Pero La Mano le da la espalda al barrio, mira para el agua, para las otras islas. Hay que subir una buena cuesta, por eso es uno de los lugares con mejores vistas de la ciudad. También por eso merece la pena. 


Si tienes curiosidad por saber más acerca de esta mano, este artículo de El Plural lo cuenta con todo detalle. Y en este vídeo se profundiza un poco más sobre el tema de los brigadistas suecos en la Guerra Civil. Es un acto que tuvo lugar en el Instituto Cervantes de Estocolmo en mayo de 2022: 





Por cierto, igual que Sebastian Bergman anduvo rodeando nuestro hotel, la sede del Instituto Cervantes estaba a dos calles del mismo. Allá que fuimos una mañana a preguntar por La Mano, pero estaba cerrado por vacaciones… 


Pilar Otano Cabo

Badajoz, agosto de 2022


jueves, 8 de septiembre de 2022

Carambola lectora en Estocolmo

La serie Bergman


Mi amiga Mavy Pajuelo estaba detrás de mí desde hacía ya casi dos años para que leyera la serie de novelas que tienen como protagonista al psiquiatra criminal sueco Sebastian Bergman. Entonces, por lo que sea, no estaba muy motivada, pero lo recordé hace unas semanas y me puse a ello. Adictivas y muy recomendables. Eso sí, para quien le guste este género, entre las que me incluyo. Estas están muy bien escritas, con tramas que recorren los problemas de la sociedad del momento —como debe tener toda buena policíaca que se precie— y con unos secundarios maravillosos. 


Ya las había empezado cuando decidimos que el viaje de este agosto de 2022 iba a ser a Suecia, así que ¡clavado! Cuando llegamos a Estocolmo estaba terminando la número cuatro de la serie y ya había decidido dejar las tres restantes para más adelante, porque lectura sueca llevaba para dar y regalar. Eso sí, llevaba anotada la “supuesta” dirección en la que vivía nuestro personaje, el tal Sebastian Bergman, el nº 18 de Greg Magnigatan. Allá que fuimos, dando un poquito de rodeo la mañana en la que íbamos a visitar el Museo del barco Vasa, una especie de Titanic sueco. Misión cumplida.


Nº 18 de Greg Magnigatan 

Pero… como todas las novelas de la serie tienen un final sorprendente que te incita a comenzar la siguiente, fue eso, exactamente lo que me ocurrió. Y en los días que anduvimos recorriendo el centro de Suecia hasta llegar a Gotemburgo combinaba lecturas, siempre echando mano de la novela número cinco, Castigos justificados

Y aquí viene una de esas carambolas que me suelen suceder en los viajes … ¿Me buscan? ¿Las busco? No sé, la cosa es que aparecen y me encanta.


Pues bien, a la vuelta a Estocolmo, leyendo en el hotel las páginas finales de Castigos justificados, me doy cuenta de que en una trepidante escena final, nuestro personaje al volante de un Audi negro hace un peligroso recorrido justo alrededor de nuestro hotel. Desde nuestra ventana veía el Waterfront, un centro de Congresos espectacular, desde donde sale el vehículo.  Lo veo  —bueno, lo imagino— recorrer la calle Klarabergsgatan. Rodea el hotel porque es imposible seguir por la Klarabergsgatan, la enorme avenida donde están los grandes almacenes Åtlhéns —como nuestro El Corte Inglés— y la plaza Sergels Torg  —que tiene un pinganillo/monotito que se ilumina de noche—. La Estación Central, la Klara Kyrka y por fin, la ensenada de Riddarfjärden. Casi todo a la vista desde nuestra ventana. ¿Una tontuna de las mías? ¡Pues sí! Pero adoro todas ellas. Así que el último paseo antes de la vuelta a casa fueron cada uno de esos lugares que había visto desde una novena planta.


Waterfront, Palacio de Congresos en Estocolmo
junto a la ensenada  Riddarfjärden


Y en mi manía de preguntar en las librerías, pregunté por esta saga y en una de ellas me mostraron la más reciente, la número siete. En sueco, claro. Pero cometí el error de hacer foto a la contraportada y ponerla en el traductor de Google. Al ver el giro que había dado la historia, me vi “obligada” a leerla. En español, por supuesto. Aquí ando ahora, dando buena cuenta de Verdades enterradas.


Verdades enterradas (Som man sär)
                                                                    Serie Bregman nº 7


Una última curiosidad, los autores —Hjorth & Rosenfeldt—, son guionistas de series televisivas. El primero, Michael Hjorth, de Los crímenes de Fjällbacka, de Camila Läckberg, y algunos capítulos de la versión sueca de Wallander, de Henning Mankell. 


Las otras dos manos de la saga son de Hans Rosenfeldt, guionista de una interesante serie, El puente —Bron/Broen—, que está ambientada entre Malmö y Copenhague. Luego la copiaron en Estados Unidos, The Bridge, y en Francia, The Tunnel


Pilar Otano Cabo

Agosto 2022


martes, 6 de septiembre de 2022

Un Picasso colosal en un lago sueco


Ya estaba casi a punto de oscurecer y la tarde se estaba poniendo un poco fea, con unas nubes que nos venían amenazando todo el tiempo. Era uno de los días en los que habíamos alquilado un coche para recorrer con calma los casi 500 kilómetros que hay ente Estocolmo y Gotemburgo. Faltaban 40 para llegar al lugar donde íbamos a dormir un par de noches, Karlstad


Cabeza de mujer
Picasso en Kristinehamn (Suecia)

Y de pronto, apareció la indicación para Kristinehamn donde sabíamos que había una escultura de Picasso. Era intrigante, así que añadimos otra parada. Supuestamente, esta Cabeza de mujer estaba en Kristinehamn, junto a un lago, el Vänern, el lago más grande de Suecia. Y sí, estaba en esa localidad, pero como aquí todos los espacios son inmensos, el lugar de la escultura estaba en el puerto, pero para acceder a él tuvimos que recorrer unos buenos pocos de kilómetros más. Bordeamos el lago por una carretera, bastante estrecha por cierto, y flanqueada por una serie de lo que parecían casitas a un lado y un buen puñado de barcos amarrados a un muelle kilométrico por el otro. Vamos, una zona de buen nivel económico, aunque el aspecto de las casas era idéntico al que veníamos viendo todo el tiempo en el viaje —en Suecia el aspecto exterior de las casas no dice nada del nivel económico de sus moradores—.


Y al final de la carretera, como si de una caza del tesoro se tratara, entre majestuosos árboles —¡es Suecia, amigo!— y mirando al lago, apareció la obra de nuestro paisano, la Cabeza de mujer, instalada allí en 1965. Imponente, tiene 15 metros de altura, y es una de las estatuas monumentales que Picasso tiene en distintos lugares del mundo, todas ellas pensadas para ser colocadas en jardines o en espacios naturales como es el caso de esta de Kristinehamn. 


Es muy curiosa, en primer lugar porque te hace sentir pequeña, muy pequeña, en aquel lugar tan impresionante; pero también porque, al ser diferente según el ángulo desde el que la mires, te hace girar en torno a ella y de pronto la ves entre arbustos, entre árboles, o con el impresionante lago de fondo. Ayuda a apreciar los diferentes ángulos la sensación de profundidad que dan las superficies negras con trazos blancos haciendo contraste con superficies blancas que tienen trazos negros. Es muy interesante. 





Fue el escultor, pintor y fotógrafo noruego Carl Nesjar quien colaboró con Picasso para fabricar todas estas sorprendentes esculturas a partir de sus maquetas. No sé cuánto pesará esta Cabeza de mujer, colocada sobre una altísima base cilíndrica a modo de largo cuello, con sus planos y contra planos de aire cubista, pero al ser de cemento, imagino que mucho.


Mereció la pena conocer esta faceta de nuestro malagueño. Ahora me surge una de esas dudas que me encantan y que me ayudan a tener la cabeza en marcha: ¿Cómo y por qué fue a parar esta cabeza a este lago tan apartado de todo? Tendrá una explicación, eso es seguro. Me pongo a ello. 


Pilar Otano Cabo

Agosto de 2022