jueves, 23 de marzo de 2017

Salvemos los mares del fin del mundo


El Rainbow Warrior III y nosotros hemos llegado al fin del mundo al mismo tiempo. Ellos por mar y nosotros por aire. El barco de Greenpeace anda correteando las aguas chilenas y hoy está en Punta Arenas, que es la punta extrema de Chile en el Estrecho de Magallanes, allí donde el fin del mundo. 

Punta Arenas
Rainbow Warrior II

"Salvemos los mares del fin del mundo" es su campaña estos días. Estaba en el Muelle Prat, donde tienen un reloj histórico bien curioso, el "Reloj del Estrecho". Habían organizado unas visitas al barco y allí me planté, la primerita, para enterarme de todo de primera mano. Advierten que los mares del fin del mundo están seriamente amenazados por la expansión de la industria salmonera. 


Rainbow Warrior III
Salvemos las aguas del fin del mundo

















Muelle Prat en Punta Arenas
El Reloj del Estrecho




















En la web de Greenpeace Chile nos explican el problema al detalle y solicitan nuestra firma para pedir al grupo japonés Mitsubishi que renuncie a los salmones. ¿No ganan ya bastante con sus motores?


“Para incrementar sus ingresos, varias empresas salmoneras se están expandiendo cada vez más. Corporaciones extranjeras como Mitsubishi han ingresado a esta industria y operan en la región de Magallanes, ícono viviente de los mares del fin del mundo, cuyas aguas prístinas aún son el hábitat de cientos de especies como las ballenas azules y el delfín chileno, único en el planeta.
Ya hemos sido tristes testigos del daño que estas industrias han causado a nuestros ecosistemas, devastando paraísos como Chiloé: Aguas contaminadas, animales marinos muertos, la fuente de sustento de las comunidades pesqueras destruidas. No podemos permitir un nuevo sacrificio. ¡El peligro es inminente!
En la Región debería existir una moratoria que congele la entrega de concesiones de salmonicultura, de la misma manera que se han congelado en las regiones de Los Lagos y Aysén.”

Parece que una leyenda india dio origen al nombre que Greenpeace ha dado a sus barcos. Rainbow Warrior quiere decir Guerrero del Arcoíris

¨Llegará un tiempo en que los pájaros caerán del cielo, los animales de los bosques morirán, el mar se ennegrecerá y los ríos correrán envenenados. En ese tiempo, hombres de todas las razas y pueblos se unirán como guerreros del arco iris para luchar contra la destrucción de la tierra."





















El barco es bien chulo, es bastante nuevo y muy respetuoso con el medio ambiente; de hecho es un velero a pesar de lo grandote que es. Y en la cabina de mandos (o como se llame, que yo soy de tierra adentro y de eso sé poco) daban ganas de tocar todos los botones y echar a navegar por aquellos mares…

Pero claro, me contuve.

Punta Arenas (Chile) 23 de marzo de 2017



Greenpeace Chile





sábado, 18 de marzo de 2017

Adios a Ángel Parra

Mi homenaje a uno de los últimos grandes...

Hace unos días ha muerto en París uno de los grandes. Se fue Ángel Parra, cantautor chileno hijo de la gran Violeta. Ha muerto en París, ciudad que lo acogió en su exilio tras el golpe de estado de Pinochet. 

Toda su vida fue un luchador, un militante. Su canción era un compromiso con las luchas sociales, como su contribución a la campaña  “Patagonia sin represas”. 

“Patagonia chilena sin represas” es un grupo de organizaciones y de ciudadanos de Chile y el mundo que se han unido en la defensa de la Patagonia bajo el "Consejo de Defensa de la Patagonia Chilena.  Los proyectos de Endesa, constituyen el mayor conflicto ambiental del país a la fecha, y está movilizando en forma creciente a diversos actores locales, regionales, nacionales e internacionales


Así que me apetece compartir este maravilloso testimonio: Patagonia sin represas



"... nos quieren robar el agua
herencia de nuestros abuelos..." 


"...la tierra no está a la venta, 
ni a empresarios ni a gobierno..."




jueves, 2 de marzo de 2017

"disco expres", una ventana al mundo

Con mis tontunas de las bibliotecas, hoy he recalado en la Biblioteca Nacional, en Madrid. Ya había estado otras veces, en alguna exposición y en una visita guiada, pero hoy tenía curiosidad por verla por dentro, de verdad, como lector. Así que aquí me he plantado, me he hecho usuaria y ya tengo mi carnet de la Biblioteca Nacional. 

Portada de la revista con Elvis Presley

Mi pretexto ha sido la consulta a una revista del año 1969 a la que le tenía ganas hace un montón de tiempo. Y es que cuando yo tenía quince años, en aquella España un poco triste y gris, descubrí en Pamplona una revista donde se contaba que había otro tipo de música muy distinta a la que esa España oficial nos tenía acostumbrados. Aquella revista se publicaba allí, en Pamplona, donde los veranos íbamos a visitar a la familia de mi padre. Se llamaba “disco expres” y me abrió una ventana inmensa a un mundo desconocido para mí. 

Cuando volví a Badajoz de las vacaciones corrí a suscribirme y cada semana acudía al buzón a recoger mi tesoro.  Las guardé como lo que  eran, un tesoro, durante años hasta que no sé ni cuándo ni cómo desaparecieron. 

Y aquí estoy ahora, en una de estas salas imponentes de la Biblioteca Nacional, esperando a que la persona encargada me traiga las revistas para comprobar que era lo que tanto me fascinaba de aquel “disco expres” de finales de los 60.

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"disco expres" se editaba en Pamplona

¡Uaaauuu!! ¡Qué emocionante! Ya están aquí, en una caja de cartón. No sé cuantas veces se habrá consultado esto, pero me siento especial abriendo la caja. Podrá parecer una tontería, pero me ha emocionado. 

"disco expres", la revista de música de los años setenta

Aquí está todo, en esta revista en blanco y negro está todo el mundo musical de  mis quince años. Aquí conocí a los Rolling, a los Creedence, a Nina Simone, Jethro Tull, Jim Morrison, los Bee Gees, Pete Seeger, Manolo Díaz, …. y claro, mi adorado Elvis!! Había secciones como “Los Hits del mundo” con las listas de éxitos de un montón de países. Concursos en los que tenías que contestar a una serie de preguntas de contenido. Y por correo postal!!, nada de emails instantáneos o un “me gusta” del FaceBook, allí había que currárselo. 

El precio de cada ejemplar eran 6 pesetas y la suscripción anual, 240 pesetas. No lo recuerdo, pero supongo que tuve que ahorrar lo mío para pagar la suscripción, pero sin duda que mereció la pena. Además, no existía el PayPal para pagar y habría que ir a Correos para poner un giro postal. Toda una parafernalia que hace que mis recuerdos sean aún más interesantes.

Madrid, febrero de 2017

Me recordó la revista hace unos meses José Miguel López en su genial programa de Radio3, Discópolis. Gracias, maestro.