La visita a la Catedral de Cristo Salvador formó parte de nuestro recorrido de un día en Moscú en el verano de 2016. Está cerquita del Kremlin y además se llega en Metro muy bien; la estación más cercana es la de Kropótkinskaya (Línea 1 Roja).
La historia de la catedral es única y es una especie de puesta en escena de la historia de Rusia de los últimos 200 años. Daniel Utrilla en su libro "A Moscú sin kaláshnikov" la llama "catedral de quita y pon" y a mí me encanta.
La Catedral de Cristo Salvador desde el puente del Patriarca |
La idea de construir un templo surgió tras la expulsión del ejército de Napoleón de tierras rusas en la Primera Guerra Patriótica, en 1812. Alejandro I pensó en un monumento grandioso, al estilo de la Catedral de San Basilio (la que está en la Plaza Roja) y que había ordenado construir Iván el Terrible en el siglo XVI para conmemorar la victoria sobre el Kan de Kazán.
Entre un montón de proyectos, se eligió el de un tal Vitberg que parecía una apuesta segura. Pero se juntó el hambre con las ganas de comer y entre lo místico del proyecto y los problemas financieros (el dinero volaba y el edificio no despegaba) la catedral no terminaba de ponerse en marcha.
Y así llegó otro zar, Nicolás I (su hermano Alejandro había muerto entretanto) y vuelta a la casilla de salida; ahora si que se puso todo en marcha. Para la edificación de la catedral tuvieron que derribar el antiguo convento de San Alexis y cuentan que la abadesa se pilló un buen rebote y a modo de maldición dijo que allí no habría nunca nada, tan sólo una hoya. Y acertó…
Así en 1839 empezaron de nuevo las obras, ahora de estilo bizantino con una cúpula exagerada. El nuevo arquitecto, A. Ton, muy famoso también en la época, creó así escuela para futuras iglesias.
La catedral era una magnífica iglesia de cruz griega con cinco cúpulas de estilo ruso-bizantino (¡que para eso eran los herederos de Bizancio!!). Todo fue a lo grande, hasta las enormes esculturas que vigilan la doce puertas; santos, príncipes y hombres famosos rodean la catedral como en un intento de protección.
Por fin, fue un tercer zar, Alejandro III, quien tuvo el privilegio de hacer los honores de la inauguración el día de su coronación, en 1883 (aunque durante las obras hubo también otro zar, Alejandro II, pero parece que pinchó poco y cortó menos en el asunto catedral). Y ésta duró en pie menos tiempo del que tardó en construirse, porque en 1931 el templo fue dinamitado. En ese lugar tan estratégico, Stalin había previsto construir el Palacio de los Soviets, lo que tendría que ser el edificio más grande del mundo. Tan grande no, tan gigantesco iba ser que estaba previsto colocar sobre él una estatua de Lenin de 100 metros de altura.
Maqueta de lo que no sería el "Palacio de los Soviets" |
Y como en un bucle irónico de Guerras Patrióticas, la Gran Guerra Patria (que así llaman a la Segunda Guerra Mundial) impidió en 1941 el éxito en la edificación del Palacio. Una vez hecho un enorme agujero circular para los cimientos, el acero y el dinero terminaron en el campo de batalla. Y la abadesa se salió con la suya: una hoya.
Así que como aquí no se tira nada, en 1960 el gran agujero se convirtió en la piscina pública más grande del mundo, una piscina circular de 130 metros de diámetro y 6 de profundidad.
Piscina Moskva |
Y por fin, vino el resurgir de las aguas, como si de un ave fénix acuática se tratara. A finales de los años ochenta, con la nueva Rusia de la perestroika y el glásnost, hubo un movimiento social promovido por la Iglesia Ortodoxa Rusa e intelectuales creyentes para reivindicar la reconstrucción de la catedral. Apoyados por el primer presidente de la Rusia moderna, Boris Yeltsin, y el alcalde de Moscú, se reunió el dinero necesario y se pusieron manos a la obra. Parece que el dinero se consiguió a partir de las donaciones voluntarias de ciudadanos de a pie (¿con la que les estaba cayendo...?). Hay quien duda de ello y dicen que el Estado (laico) puso una gran parte. Y estuvo terminado en un abrir y cerrar de ojos, no como la primera vez, pero la tecnología del siglo XX es lo que tiene.
La Catedral de Cristo Salvador es ahora el centro principal del culto ortodoxo, donde se celebran las grandes fiestas religiosas y los funerales de tronío como el de Boris Yeltsin en 2007.
La Catedral de Cristo Salvador es ahora el centro principal del culto ortodoxo, donde se celebran las grandes fiestas religiosas y los funerales de tronío como el de Boris Yeltsin en 2007.
En esta catedral fue donde en 2012 irrumpió aquel grupo feminista de música punk, las Pussy Riot, que tanto dieron que hablar.
Y hablando de música y sin tener nada que ver (¿o si?) termino contando la historia de la obra que Tchaikovski compuso para celebrar lo mismo que se conmemoraba con la catedral: la victoria sobre Napoleón. Se llamó Obertura de 1812, claro, y a mí me gusta mucho. Al componerla, Tchaikovski pensó que fuera interpretada al aire libre, en la plaza frente a la catedral, con repiques de sus campanas y salvas de artillería. El asesinato de Alejandro II en 1881 retrasó su estreno y cuando pudo ser interpretada por primera vez ya no tuvo gracia porque fue bajo techo y con instrumentos convencionales en lugar de cañones y campanas. ¡Una pena!
Pero esta historia es más divertida si la cuentan los de Bully Magnet en este vídeo que me ha parecido sencillamente genial:
Pero esta historia es más divertida si la cuentan los de Bully Magnet en este vídeo que me ha parecido sencillamente genial:
En fin, parece que la Catedral de Cristo Redentor, como la llaman los lugareños, es visita obligada, pero a mí no me dijo gran cosa. Me gusta visitar iglesias no por su aspecto religioso, sino por el arte que encierran. De esta me han gustado más todas las historias que encierra.
Tampoco les hace demasiada gracia a los moscovitas, al menos a algunos. Tatiana Pigariova en su "Autobiografía de Moscú" dice:
No faltaron las comparaciones con un gran samovar dorado o un bizcocho de Pascua que «en comparación con las catedrales del Kremlin, parece un enorme broche falso» (p. 98)
¡¡Pues, eso!!
Tampoco les hace demasiada gracia a los moscovitas, al menos a algunos. Tatiana Pigariova en su "Autobiografía de Moscú" dice:
No faltaron las comparaciones con un gran samovar dorado o un bizcocho de Pascua que «en comparación con las catedrales del Kremlin, parece un enorme broche falso» (p. 98)
¡¡Pues, eso!!
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