...y Victor Hugo
Entrar en una plaza emblemática, como la Gran Plaza de Bruselas, siempre impresiona. Tenía un vago recuerdo de nuestra visita anterior, hace por lo menos treinta años. Una imagen algo desdibujada, pero aclarada por las imágenes coloridas de esa alfombra de flores que la cubre cada dos años en el mes de agosto y que hemos visto decenas de veces en la tele. Un espectáculo artístico tan bello como efímero.
Pues bien, esta vez al acceder a la Gran Plaza no había begonias, sólo decenas de turistas como nosotros con sus cámaras. Siempre me gusta colocarme en el centro de las plazas y girarme para abarcarlo todo de una sola mirada, como la función panorámica de mi iPhone; la plaza entera en un solo gesto. Y allí, en esa tarde inusualmente soleada de noviembre, las fachadas barrocas y góticas me miraban y parecían querer contarme todos los secretos de los antiguos gremios y mercaderes que la habitaron, ajenos al bullicio de los visitantes. Por fin, me detengo bajo la altísima torre del Ayuntamiento, que parece desafiar al cielo. Y quiero imaginar a una feliz pareja de recién casados, que acaban de dar el “sí, quiero” en este bello lugar.
No he podido evitar recordar la Plaza Roja de Moscú. Allí todo era más solemne; sus edificios, que habían sido testigos de terribles episodios que estremecieron el mundo, imponen respeto. Es el peso de la historia, de siglos y de tragedias. Aquí, sin embargo, en este corazón comercial y administrativo que fue, y que sigue siendo, la historia se disuelve en la vida cotidiana. Los turistas nos lanzamos a las tiendas en las calles que rodean la plaza, a comprar muñequinos en la Boutique Tintin o chocolate en la Neuhaus. O a cenar en un lugar típico, como La Rose Blanche. Y al salir, la luz de la tarde se había coloreado, vistiendo de fiesta los elegantes edificios.
Pero ya sabéis quienes os asomáis por aquí de vez en cuando, que me gusta encontrar coartadas literarias en mis viajes. Y no iba a ser menos en Bruselas. Además, son palabras mayores: Victor Hugo y su relación con la Gran Plaza de Bruselas.
Victor Hugo, bajo el falso nombre de Jackes Firmin Lanvin, vivió en esta plaza durante los quinientos días que estuvo exilado, cuando se convirtiera en feroz enemigo de Napoleon III. En una anterior visita, en 1937, durante un viaje que contó en su texto "En voyage, France et Belgique" describe la plaza con gran entusiasmo, "es una maravilla" y del ayuntamiento dice que es "una joya, una deslumbrante fantasía soñada por un poeta y realizada por un arquitecto ... no hay una fachada que no sea una fecha, un disfraz, una estrofa, una obra de arte. Hubiera deseado dibujarlas todas una tras otra".
Y durante su exilio (1851-1852), fue en la Gran Plaza donde terminó de escribir esa obra maestra que es Los Miserables. Su amante, Juliette Drouet, le había seguido a los pocos días, llevando en su equipaje el manuscrito de Los Miserables, que sería publicado diez años después en la ciudad de Bruselas.
Y en 2012, al cumplirse los 150 años de esa publicación, en Bruselas tiraron la casa por la ventana con decenas de eventos conmemorativos. Si tienes curiosidad, aquí hay un enlace al resumen de todas ellas.
Pilar Otano Cabo
Badajoz (España), noviembre de 2025

























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