El "rincón de pensar" de Wallander
Cuando viajamos, me gusta siempre buscar algún rincón literario. Me gustan las casas de los escritores, pero también me gustan los lugares que aparecen en las novelas que leo. Tengo una larga lista para visitar, pero la que hacía tiempo que tenía en el primer puesto de los Top Ten era la Escania de Wallander.
Y en 2013 estuvimos por fin en la Scania de Henning Mankell. Ystad es la ciudad sueca en la que se desarrollan la mayor parte de las novelas en las que interviene el Inspector Wallander, Kurt Wallander. No podía faltar la visita al número 10 de Mariagatan, la calle donde vive nuestro personaje. Porque es todo un personaje, muy especial. A mí me tuvo entretenida muchos años, aguardando la publicación de la siguiente novela.
Pasear por el pueblo era como bucear en la atmósfera de sus historias, a lo que contribuyen las autoridades locales sacando provecho turístico al asunto. Sin ir más lejos, la oficina de turismo es monotemática de Wallander.
Pero lo que realmente me impresionó fue el “rincón de pensar” de Wallander. Cuando tenía algún tipo de conflicto en sus investigaciones o en su vida personal, que eran muchos en ambos casos, se plantaba en Ales Stenar. Ales Stenar es un lugar que realmente invita a pensar porque tiene algo de mágico, es como el Stonehenge sueco.
Mirando al mar Báltico en lo alto de un acantilado está este conjunto de 59 piedras rodeado de misterio. En la novela dice que es una “formación circular”. Puede que sea la traducción o que el autor lo haya querido así, pero el caso es que las piedras están colocadas haciendo la forma de un barco de 67 metros y parecen tener una antigüedad de 1400 años. Hay interpretaciones para todos los gustos, pero yo me quedo con la de que es un calendario solar.
“En lugar de ir directamente a casa de su padre (Wallander) continuó unos kilómetros adentrándose por el camino de grava que llevaba a Backakra y que serpenteaba entre dunas ondulantes. Dejó el coche en el aparcamiento vacío y subió a la colina, desde donde podía ver la dilatada superficie del mar.Allí había una formación circular de piedras. Un círculo para la meditación, construido en piedra unos años antes. Invitaba a la soledad y a la tranquilidad del alma. Se sentó en una de las piedras y contempló el mar.” Henning Mankell, Asesinos sin rostro, Capítulo 8
Y es verdad que el lugar invita a la meditación y al sosiego y las vistas al mar desde el acantilado son impresionantes. Lo malo, o lo bueno según se mire, era el gentío como ocurre con todos los lugares turísticos. Lo malo porque hace falta mucha concentración para conseguir la “tranquilidad de alma” de la que habla Mankell, aunque se puede conseguir, doy fe. Lo bueno, es que la gente se mueve por todos lados, viajando deseosos de conocer lugares y asimilar experiencias. Y eso es grande, muy grande.
Me enganchó Mankell con su inspector Wallander desde el primer libro que leí de la serie. Es un tipo interesante. Le suelo seguir la pista y hace unas declaraciones de peso en las entrevistas que concede. Con “Asesinos sin rostro” empieza la serie. Había estado viviendo en África y cuando volvió a Suecia en 1989, se quedó pasmado por la xenofobia que había empezado a aparecer en la sociedad sueca y decidió empezar a escribir sobre ello. Como según Mankell el racismo es un delito, necesitaba un inspector de policía. Así nació Kurt Wallander.
Subida a la colina de Ales Stenar con el Báltico al fondo |
Ales Stenar |
http://henningmankell.com/books/